Vivencias

El jueves 9 de marzo, estrenamos Vivencias 20-2021, de la Artista Myriam Días.

La muestra nos acerca a esas experiencias y sensaciones a las cuales nos llevó la pandemía, en aquellos momentos en los cuales la incertidumbre era la reina.  

Las artes visuales, desde sus inicios, buscaron contar a las diversas comunidades donde se fueron desarrollando, las crónicas de los hechos más relevantes de su cultura.

Ciertamente, estos hechos tenían siempre como protagonistas a sus gobernantes y regentes.

En la Roma antigua, por ejemplo, se erigieron normes monumentos – arcos del triunfo, columnas historiadas, etc. – para recordar, celebrar y transmitir las gestas y conquistas de sus emperadores.

A su vez, el Renacimiento inventó un nuevo género pictórico: La Pintura Histórica, para plasmar en las telas o en las paredes los hechos más importantes, sean de la historia antigua o contemporánea, de la Biblia o de los mitos clásicos.

La Reforma Luterana, el surgimiento del Capitalismo y las nuevas burguesías posibilitaron un cambio radical en las prácticas artísticas al cambiar las reglas de juego del Mercado del Arte.

El norte de Europa (principalmente) ya no tenía como mecenas principal a la Iglesia Católica y los nuevos compradores de obras de arte no tenían el tiempo ni el conocimiento para poder detenerse largamente interpretando imágenes altamente codificadas por símbolos religiosos o seglares.

Esto llevó a la aparición de un nuevo género pictórico: La Pintura Costumbrista.

Ya no poblaban las telas los príncipes, generales o santos de la “Alta Pintura”, sino que ahora aparecían gentes comunes, desarrollando actividades comunes en su entorno cotidiano.

Las grandes dimensiones de las pinturas se achicaron para entrar en casa más modestas, habitadas por gente también modesta.

Cuando solemos escuchar que “los artistas fueron cronistas de su tiempo” debemos discernir a qué tipo de crónicas nos referimos.

Como pasa con las pinturas de Myriam Díaz… Ella se nutre de su entorno, estando ella misma en igualdad de condiciones: el encierro de la Pandemia Covid19.

La artista empezó a crear desde el primer momento del lockdown del 2020, refugiada en su taller, comenzó a reflexionar sobre los sentimientos comunes que se fueron multiplicando por el entorno semejante: la separación y el aislamiento, que traían miedo y rebeldía como consecuencia.

Myriam, desde el jardín de su casa, custodiada por altos edificios, observaba con una vista privilegiada del clima social que la rodeaba: la gente masivamente asomada a los balcones aplaudiendo al personal de salud o haciendo música, teatro, y otras expresiones artísticas que se ofrecían para un público cautivo. La vida vivida y observada a través de rectángulos, los de las ventanas y los de las pantallas, sirvió de inspiración para los cuadros poblados de colores y texturas, donde la artista supo interpretar la realidad preferentemente de las mujeres, que no fue siempre feliz: la angustia de tener o no conectividad para poder seguir trabajando o para que los niños no pierdan el lazo con la escuela, la soledad, la realidad de muchas mujeres de estar aisladas y encerradas con su agresor, la pérdida de seres amados, la distancia entre familiares y las abuelas que se perdían los primeros años de sus nietos.

Entre tantas angustias la artista se centra en la esperanza del abrazo, ese al que de a poco, nos atrevimos a volver a encontrar.

 

 Claudio Villarreal.